Qué son las Comunidades Energéticas y cuál es su función

 

Puede que en los últimos meses hayas oído la terminología “comunidad energética”  y te hayas preguntado en qué consisten exactamente.  En esta entrada vamos a tratar de arrojar luz sobre esta figura que está adquiriendo cada vez un peso mayor en la transición energética. 

 

En el RDL 23/2020 que modifica la Ley 24/2013, de 26 de diciembre del Sector Eléctrico,  su artículo 6 incluye la siguiente definición de comunidad energética:  «Entidades jurídicas basadas en la participación abierta y voluntaria, autónomas y efectivamente controladas por socios o miembros que están situados en las proximidades de los proyectos de energías renovables que sean propiedad de las entidades jurídicas y que éstas hayan desarrollado, cuyos socios o miembros sean personas físicas, pymes o autoridades locales, incluidos los municipios, y la finalidad primordial sea proporcionar beneficios medioambientales, económicos o sociales a sus socios o miembros o en las zonas locales donde operan, en lugar de ganancias financieras»

 

Como vemos es una definición amplia en la que ya se apuntan las  características principales que debe tener una comunidad energética: puede estar formada por personas físicas y/o jurídicas, es abierta, democrática y su finalidad es triple balance incidiendo en lo medioambiental, económico y social. 

 

¿Qué objetivos y fines se pretenden al crear una comunidad energética? 

 

Se tiende a pensar que una comunidad energética es lo mismo que un autoconsumo colectivo y es importante conocer que se trata de dos figuras diferentes: la actividad del autoconsumo colectivo, en cualquiera de sus modalidades, no necesita una figura jurídica propia y puede llevarse a cabo mediante un mero acuerdo privado entre las personas participantes sean o no propietarias de la instalación. Un autoconsumo colectivo consiste en una agrupación de personas que viven normalmente en un edificio residencial y que se unen para compartir la energía generada por una instalación común que se distribuye en función del coeficiente de reparto acordados, mientras que una comunidad energética es un modelo de organización ciudadana en torno a un amplio abanico de posibles actividades dentro del sector de la energía, entre los que se incluye el autoconsumo colectivo.

 

 

Vemos por tanto que una comunidad energética es mucho más que un autoconsumo colectivo: en una comunidad energética entidades y/o personas, incluidas las administraciones locales, se unen para allanar el camino hacia la soberanía y la eficiencia energética y la transición ecológica. Con las comunidades energéticas se busca fomentar el empoderamiento ciudadano y una mayor unión y colaboración ciudadana en proyectos sostenibles. Las comunidades energéticas impulsan el desarrollo de la economía local y contribuyen a la descarbonización del sistema y a luchar contra la pobreza energética. Gracias a la nueva legislación en esta materia en nuestro país hemos pasado de tener un “impuesto al sol” a desarrollar una legislación que facilita el despliegue de las comunidades energéticas, de proyectos que avanzan en la gestión de energía limpia y de otras propuestas de sostenibilidad para la ciudadanía, como pueden ser la eficiencia energética o la movilidad eléctrica. 

 

 

Sin embargo no debemos perder de vista que crear y desarrollar una comunidad energética,  a pesar de que nos ofrece  muchas ventajas ya que tenemos más capacidad de acción y conseguimos más ahorro, más incidencia y mayor impacto, es una actividad que no está exenta de retos que se deben afrontar de forma colectiva.

 

Retos de las comunidades energéticas 

 

En Contraluz hemos tenido la oportunidad de colaborar junto con Light Humanity en la formación de la primera comunidad energética del municipio de Madrid: la del Tercio y Terol en el distrito de Carabanchel. Aunque todavía es una comunidad energética muy incipiente la experiencia que hemos adquirido en este proceso nos permite detallar los puntos críticos que hemos detectado en la formación de una comunidad energética de base social, es decir, la forman la ciudadanía junto con algunas pequeñas empresas  o entidades sin ánimo de lucro. Las comunidades energéticas surgen por la necesidad de que la transición ecológica sea también una transición social y, en este sentido, las políticas públicas que se definen  en el marco de la UE se enfocan en impulsar estos  laboratorios de soberanía energética y participación. Es precisamente la participación el elemento impulsor de las comunidades energéticas y a la vez en su punto más crítico. 

 

Entonces ¿a qué retos nos enfrentamos en el camino? El primer escollo lo encontramos en la falta de unas estructuras que recopilen toda la información disponible sobre el desarrollo de comunidades energéticas en lo que afecta principalmente a lo jurídico, lo económico, lo tecnológico y lo sociológico. La novedad del fenómeno de las comunidades energéticas en España hace que todavía sean muy pocas y los aprendizajes realizados y sus mejoras aún no se han socializado ni difundido lo suficiente, especialmente en lugares como la Comunidad de Madrid en la que el número de comunidades energéticas es meramente testimonial. En lo que se refiere al despliegue de las comunidades energéticas en nuestro país, como bien decía el poeta, “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

 

 

Por otro lado, la participación social y la gobernanza, siempre son un punto crítico en una sociedad en la que  la cultura colectiva es limitada y la resolución del conflicto y la lógica del bien común no están plenamente instauradas. No podemos olvidarnos de la temida burocracia tanto en lo referente a aspectos jurídicos (estatutos, contratos, regímenes internos, etc.) como al acceso a los permisos (dictámenes, licencias, etc.) y por supuesto a la financiación específica. Y, por último, la correcta interacción entre todos los stakeholders (la administración, las instaladoras, la comercializadoras, el tejido asociativo y la sociedad civil del territorio) no está exenta de dificultades. 

 

Como vemos todavía hay obstáculos que impiden que el formato se despliegue de forma rápida en nuestro país y todavía queda mucho camino por recorrer. En este proceso son clave las Oficinas de Transformación Comunitaria, organismos desde los que se difundan los recursos y se ofrezca formación y apoyo para que las comunidades energéticas puedan despegar y, al mismo tiempo, ayuden a recorrer el camino de su implementación con los menores errores y pérdidas de eficiencia posibles. También comenzamos a constatar que dentro de los modelos de comunidad energética aquellos liderados por entidades públicas (por ejemplo los que se han desplegado en regiones más avanzadas en esta figura como la Comunidad Valenciana) comienzan a emerger como el modelo “ideal” para impulsar las comunidades energéticas.

 

Desde Contraluz seguimos trabajando junto a Light Humanity apoyando a la Comunidad Energética de Tercio y Terol en su camino e iremos actualizando toda la información que obtengamos en el proceso en este blog. En una próxima entrada desgranaremos los pasos a dar si estás pensando en impulsar una comunidad energética en tu vecindario. 

 

Más información

 

En este apartado puedes leer dos noticias de interés: el resultado del primer Implementa del IDAE y un artículo de El Salto Diario que recoge el nacimiento de la primera comunidad energética en la ciudad de Madrid. 

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